A Paulie siempre le había gustado la lluvia en otoño, pero desde que se mudó a Nueva York, mucho más. Los días que llovía era cuando mejor se vestía sólo para salir, cogía su paraguas naranja y se lanzaba a la calle. Se pasaba horas y horas deambulando por la ciudad, a veces incluso daba un paseo por la playa de Montauk, para ver la forma que dejaban las gotas al caer sobre la arena. Le gustaba cómo se llenaba el suelo de hojas mojadas y sonreía al ver a la gente entrando corriendo en el metro y a las señoras en los taxis con miedo a que se les estropeara el peinado. Y, siempre, cuando llegaba a su apartamento, se preparaba un chocolate caliente y se lo tomaba frente a una ventana, mientras toda ella seguía oliendo a la lluvia de otoño.
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29.10.09
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MARAVILLOSO
ResponderEliminarEsa playa es la de "olvidate de mi" ^_^
ResponderEliminarYo no saldría con paraguas, dejaría que la lluvia me cayese y me mojase.
UN beso
Me encanta tu blog, aunque en mi caso tus relatos no sean para dos.
ResponderEliminarMe gusta Paulie, supongo que es de esas personas agradables de conocer. Y me gusta su paraguas, porque es naranja, y me encantan las naranjas ^^.
Te sigo, si no te importa